martes, 25 de agosto de 2009

TERCERA PÁGINA DE LUSMÍN

Dos días después de ese hermoso encuentro me llama por teléfono. Su voz un tanto nerviosa, triste, extraña…
Quedamos en encontrarnos a las cinco de la tarde en una plaza cercana al bar en donde nos conocimos .
Lo vi algo raro y le pregunté que le pasaba.
_ Me pasan muchas cosas – contestó – cosas que no sé manejar.
_ ¿Puedo ayudarte en algo?
_ Me pasan cosas con vos Lusmín, cosas muy fuertes con vos.
En ese momento sentí mi corazón latir muy fuertemente, sentí una alegría inmensa, alegría que se iba a opacar con lo siguiente…
_ Pero también me pasan otras cosas
_ ¿Hay alguien más?
_ No, no tiene nada que ver con eso. – sus ojos estaban muy tristes – Me voy, tengo que irme.
_ Pero, ¿a dónde? ¿Porqué?
_ A Francia, mi padre está muy mal, tengo que estar con él en estos momentos. Los médicos le diagnosticaron una enfermedad terminal.
No sabía como reaccionar, que decirle, que debía sentir. La persona que yo amaba y a la vez me correspondía estaba pasando por un espantoso momento en su vida personal y al mismo momento se alejaba de mí por tal razón. Yo no podía acompañarlo, no tenía los recursos suficientes y no podía dejar mi trabajo.
_ No sé que decirte Dylan, me gustaría acompañarte y estar con vos en este momento pero tú sabes que no puedo hacerlo.
_ Si ya lo sé, no te preocupes por eso, a mi me basta con saber que estás y que vas a estar esperándome. ¿Será así?
Le dí un beso de amor, con ese beso él podía saber que estaría esperándolo día y noche, pensando en él, acompañándolo en todo lo que pudiese…

sábado, 22 de agosto de 2009

SEGUNDA PÁGINA DE LUSMÍN

Luego de dos meses de encuentro, más bien en la octava “cita”, me invitó al cine y claro que acepté la invitación.
Me presenté en el lugar con una musculosa negra al cuerpo, encima de ésta una camisa blanca de mangas cortas a medio desprender, una minifalda de jeans y unos zapatitos negros. Mi cabello estaba suelto, para lucirlo más natural, con flequillo para un lado, y con bucles en las puntas que casi llegaban a mi cintura.
Él se encontraba con jeans claro, una camisa a cuadros preciosa y unos zapatos marrones. Sus ojos como siempre resaltaban ante todo.
Luego de la película, que por cierto elegimos una comedia de amor, fuimos a comer al aire libre.
_ Hermoso lugar el que has elegido – le dije. La noche acompañaba el momento, se olía en el aire que había algo especial. Luna llena, cielo completamente estrellado, brisa cálida y su voz… su voz, tan dulce y masculina, me hacía volar en sus palabras, más aún cuando por algo me halagaba.
_ Una noche bonita – comentó – con tan sólo mirarte te estoy diciendo todo, creo que las palabras están de más – agregó.
En ese instante se acercó a mí muy dulcemente, sostuvo mi cara con caricias y me sumergió en un profundo y brillante beso que me hizo estallar de alegría. Me parece que no hace falta agregar que me había enamorado. Me enamoró su encanto, su dulzura, su facilidad de palabra, su alegría… después de todo me enamoró su amor…
Al llegar a casa no hacía más que pensar en él, en lo lindo que sentí cuando me tomó de las manos. Sonó el celular, un mensaje de él que decía: iré a dormir para seguir soñando con este encuentro, te espero en la nube más alta, no me falles quiero seguir con tus besos.
¿Cómo no enamorarse de él? Era simple, romántico y no le importaba lo que dijeran los demás de su demostración de afecto.
Claro que después de cada alegría viene el miedo. Pensaba yo si él estaba sintiendo lo mismo, o si tal vez estaba encantado y luego se cansaría. ¿Podía alguien ser tan virtuoso? Lamentablemente no podía disfrutar el momento, buscaba saber todo lo que pasaría…

viernes, 21 de agosto de 2009

PRIMERA PÁGINA DE LUSMÍN

Lo conocí una mañana de Marzo, el aire otoñal con hojas queriendo ya caer. Nos encontrábamos en un pequeño bar; mi mesa para dos daba al frente de la suya. Ambos estábamos solos e intercambiamos un par de miradas.
Dado un momento, se acercó sutilmente y con una sonrisa compradora me dijo:
_ ¡Muy lindas mañanas señorita! Estaba pensando, mientras la observaba, que es muy raro ver una muchacha tan bonita y sin compañía; por lo tanto decidí invitarla con una deliciosa torta de chocolate y para eso debo acompañarla en su mesa, claro.
Mientras lo escuchaba, inconscientemente, se dibujaba una sonrisa en mi rostro y con ironía respondí:
_ ¿Y no le parece a usted de mala educación invitar a una muchacha con algo que tiene tantas calorías? - puso cara desconcertada y continué – Bromeaba, me encanta el chocolate, por supuesto que acepto su invitación pero antes dígame su nombre porque no me gusta hablar con extraños.
_ Dylan -respondió mientras corría la silla y se sentaba- su nombre debe ser muy bonito…
_ Ah ¿sí? no pierde oportunidad de galantear ¿verdad? Mi nombre es Lusmín
_ Me gusta, no lo había escuchado antes y por eso me gusta más, la hace única – su voz era un tanto picarona.
El mozo se acercó a la mesa con dos porciones deliciosas de torta de chocolate. Mi cara no disimuló el asombro, él las había pedido antes de acercarse a mi mesa dando por hecho que iba a aceptar su compañía.
_ ¿Eres de hacer esto muy seguido? – pregunté.
_ No… me gusta ser original.

Dylan era de tez clara, cabello castaño y unos hermosos y penetrantes ojos azules. Su mirada podía hacerme perder en él, era tan trasparente que podía saber lo que iba a decirme antes de que lo dijera.
Ese día hablamos y reímos de tantas cosas, podría decir que nos conocimos casi por completo y nos gustó tanto charlar con el otro que nos encontrábamos cada miércoles en el mismo lugar…